Es importante comprender el valor actual de la vida contemplativa; es decir, su ubicación en la Iglesia de hoy como respuesta clara y comprensible de las necesidades del mundo actual, particularmente a las expectativas de los jóvenes. Esto supone preguntarse si los monasterios se han renovado según las verdaderas exigencias del Espíritu, no para hacer la vida mas fácil, mas cómoda, sino para hacer mas auténticamente contemplativa: mas disponible a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración.

La Iglesia insiste hoy en la evangelización. ¿ Habrá que abrir las puertas de los monasterios para que las contemplativas - hasta ahora dedicadas a la oración y al trabajo oculto - se lancen también ellas a anunciar la Buena Noticia a los pobres, a catequizarlos, a mostrarles el camino de la salvación ?. Es una tentación frecuente, no solo entre las mismas monjas, sino entre los mismos obispos y sacerdotes. Existe una urgencia ciertamente, sobre todo en ciertas regiones, de un determinado apostolado más directo, pero habría que tener en cuenta - entre otras muchas cosas - tres aspectos que estimo muy fundamentales en la vida monástica contemplativa :

La Vida Contemplativa es una existencia profética

Es una forma privilegiada de anunciar a los hombres la llegada del Reino y de invitarlos a la conversión. La esencia de la evangelización es anunciar a Jesús y comunicarlo de forma directa. Si un monasterio contemplativo es fiel al Espíritu plantea constantemente a los hombres interrogantes muy profundos sobre el sentido de la vida y de la muerte, la esperanza y el amor, el sufrimiento y la alegría, el tiempo y la eternidad. Es imposible que ante la realidad - humanamente inexplicable - de una comunidad profundamente alegre y normal, los hombres no se pregunten alguna vez si existe Dios o si vale la pena buscarlo. Es decir, que la vida contemplativa es en sí misma una existencia profética.

Su Misión: Engendrar constantemente la palabra profética.

No hay anuncio eficaz del Evangelio que no nazca de la fecundidad del desierto. Así lo hicieron los profetas, así lo hizo Juan el Bautista, así lo hicieron Jesús y San Pablo. Fueron hombres que vivieron en la soledad fecunda del desierto. La verdadera profecía exige siempre profundidad contemplativa: "yo pondré mis palabras en tu boca". En la Iglesia - cuerpo orgánico de Cristo - se dan necesariamente los carismas complementarios: a los profetas, a los maestros, a los apóstoles, se añaden indirectamente los contemplativos.

Esencialmente Evangelizadora

La vida contemplativa participa a los demás el fruto sereno y hondo de su contemplación. Y es así como es evangelizadora. El valor del hombre no está en tener más, en hacer más, sino en ser más (PC 6). Cuando la contemplación es auténtica -verdadero encuentro con el Dios Amor-, señala y abre a los hermanos caminos de una plena y gozosa realización humana.

CLARISA ORANDO EN SU CELDA

 

GALERÍA DEL CLAUSTRO

Vista desde la sala Capitular al fondo la puerta Reglar.

 

El primer aporte de los contemplativos y contemplativas para la promoción integral del hombre es permanecer auténticamente contemplativos. Hay una zona en la promoción del hombre - en su felicidad verdadera- que sólo pueden atenderla los contemplativos. Si la contemplación es auténtica, habrá ciertamente una capacidad para descubrir el drama de la existencia en su verdadera profundidad. Y desde lo absoluto de Dios hacerse presentes en dichos acontecimientos. Hace falta una gran sensibilidad humana para ser almas auténticamente contemplativas. No se trata sólo de tener la capacidad para conocer los problemas de las personas, sino disponer de una gran libertad interior para asumirlos con serenidad salvadora. Por eso, la vida contemplativa se inserta profundamente en la historia de los hombres. Para ser auténtica, necesita alimentarse del dolor y la alegría de los hombres.

Es verdaderamente alma contemplativa quien escucha al Señor en el desierto y sabe comprender y asumir el dolor de sus hermanos. El conocimiento del hombre alimenta la contemplación y la contemplación ahonda la comprensión del hombre. Algunos elementos que la vida contemplativa puede ofrecer a nuestra sociedad: el concepto de la verdadera libertad de los hijos de Dios, la experiencia fundamental de la paternidad divina, la fraternidad universal, el equilibrio del silencio y la oración, la comunicación de la paz y la alegría, el testimonio permanente y comunitario de la esperanza.